martes, 26 de abril de 2011

Poesía: La casa de mi abuela

Abre la puerta la Soledad,
de una habitacion helada,
se lee nada mas entrar,
una bendición que manda,
a todo el entre o salga,
un poco de paz, que es,
en este mundo, nada.

Una butaca despierta,
en frente, un sofa dormido,
si vacios se encuentran,
contrario sus adjetivos.

La mesa braseada ayuda,
las mantas siempre lo intentan,
calor es para algunos,
pleno glaciar quien se queja,
viva la casa que viva,
viva la casa mi abuela.

No habia quien se atreviera,
a cruzar el pasillo entero,
tres velas solo encendian,
rojo alimentando el miedo,
o la escalera prohibida,
subirla mas del tercero.

Hay una regla no escrita,
que todos siempre cumplimos,
cuando terminan los postres,
llama a la puerta el pobre,
y al rato quedamos dormidos,
quedando una tarde tranquila.

Concurso de bebidas frias,
mientras se cuentan historias,
no hay quien una vez no ria,
y no hay vez que uno no llora.

Recuerdo cuando era niño,
nada es como era antes,
bollos al mediodía,
eran de leche a la tarde,
viva la casa que viva,
viva esta casa y su arte.




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